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Rusia pudo ser potencia espacial pero arruinó a su mejor astronauta

Cuando hablamos de viajes al espacio y naves espaciales, no podemos evitar pensar en la NASA y la misión que llevó al ser humano por primera vez sobre la superficie lunar, como si obviáramos todo lo que tuvo que pasar para llegar a este punto.

Por eso, hablemos del primer ser humano que abandonó este planeta en toda la historia, para la sorpresa de muchos, no formaba parte de la NASA ni tampoco era un estadounidense, de hecho, los primeros que enviaron con éxito a humanos al espacio fue la Unión Soviética, ahora Rusia.

Fue de hecho ocho años antes del alunizaje cuando comenzó la carrera por enviar al ser humano más allá de nuestra atmósfera, y el primero que pudo ver a la Tierra desde afuera fue el cosmonauta Yuri Alekséyevich Gagarin.

 Yuri Alekséyevich Gagarin, el héroe de toda la Unión Soviética que empezó ordeñando vacas

Gagarin nació en un pueblo en la entonces Unión Soviética un 9 de marzo de 1934, hijo de un carpintero y una campesina lechera que vivían en una granja colectiva junto con sus tres hermanos.

Desde muy pequeñito, Gagarin se dedicaba a ayudar en la granja especialmente con las vacas, luego se dedicó a cuidar de sus hermanitos más pequeños. Todo parecía ideal hasta que los nazis atacaron la granja de su familia durante la Segunda Guerra Mundial, ocupando sus tierras y su casa.

La familia tuvo que construir una cabaña de lodo  en la parte trasera de la casa ocupada por un oficial nazi, ahí vivieron por casi dos años hasta que finalmente la ocupación de los nazis terminó, pero después todo cambió cuando sus hermanos mayores fueron deportados a Polonia y la familia tuvo que mudarse lejos.

Gagarin continuó asistiendo a la escuela secundaria, y cuando cumplió 16 años, comenzó a trabajar en una fábrica de fundición de acero en Moscú mientras estudiaba en una escuela local en el turno vespertino, donde logró graduarse para entrar a la escuela vocacional.

Terminó con honores especializándose en fundición de acero y fabricación de moldes, y continuó estudiando en una escuela técnica industrial, donde se especializó en tractores.

Su historia como astronauta comenzó cuando se unió a un club de vuelo como voluntario, donde entrenó para convertirse en cadete aéreo soviético, logrando manipular un biplano y un Yak-18, aviones de guerra muy populares durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin saber que estaba dirigiéndose hacia el camino de todo un héroe, decidió trabajar como obrero en el muelle de un río para ganarse un poco de dinero extra.

Su formación como piloto profesional de un Yak-18 comenzó en la Primera Escuela Superior de Pilotos, de la Fuerza Aérea de Chkalovsky. Un accidente lo dejó fuera en el entrenamiento de pilotos, pero el comandante decidió darle una segunda oportunidad para completar su evaluación satisfactoriamente, logrando volar como todo un profesional en 1957.

Con cerca de 167 horas de vuelo, fue ascendido a teniente de la Fuerza Aérea Soviética, tras graduarse fue enviado a la Base Aérea de Loustari donde paso dos años y fue ascendido a Piloto Militar de tercera clase.

Fue entonces cuando se interesó en un tema bastante sonado en el momento, la exploración espacial. Con más de 265 horas de vuelo, en 1959 se convirtió en primer teniente y se apuntó como participante en el programa espacial soviético, donde tendría una entrevista y un proceso médico de clasificación.

Gagarin y su participación en la  primera misión humana Vostok

En 1961, Gagarin recibió el título de piloto cosmonauta junto con sus compañeros que se sometieron a un arduo entrenamiento de dos días por parte del programa espacial Vostok. Es entonces cuando fue seleccionado a la primera misión humana espacial.

Fue un 12 de abril de 1961, unos minutos pasadas de las 6 de la mañana, cuando la nave espacial Vostok 1 se lanzó al espacio con Gagarin a bordo, quien se despidió diciendo «¡Poyéjali!» (¡Vamos!). El vuelo fue todo un éxito ubicando por primera vez en la historia al ser humano en la órbita terrestre.

Este día quedaría para la historia, donde el primer ser humano pudo ver lo esférico de nuestro planeta, su color azul predominante y lo diminuto que se ve desde arriba. Fue una vista que duró 108 minutos para luego regresar a tierra, con punto de aterrizaje en Kazajistán.

Como consecuencia, Gagarin también fue el primero en sentir la gravedad cero, algo desconocido hasta entonces, y que no se tenía muy en claro cómo impactaría en el ser humano, y él lo describió como si lo hubieran colgado con correas en el aire en posición horizontal.

Desde entonces, Gagarin se convirtió en un héroe nación de todo el país y del cuadro comunista, volviéndose incluso una estrella a nivel internacional, donde no paraban de publicar su foto en todos los diarios del mundo, publicando biografías y todo sobre esta misión espacial.

Asistió desde entrevistas hasta ceremonias de gran lujo, donde se le otorgó títulos, reconocimientos que terminaban en incesantes celebraciones en masas donde se le veía al héroe recorrer las calles con prácticamente toda la ciudad asistiendo a verlo.

Sin embargo, toda esa fama le jugó en contra, pues pese a convertirse en la única persona experimentada para realizar más misiones exitosas, hacer nuevas misiones era demasiado riesgoso para incluir al héroe y esperanza del mundo.

El héroe que fue encerrado en una cajita de cristal y que nunca volvió a viajar al espacio

Lejos de haber ganado a un cosmonauta digno de realizar las siguientes misiones espaciales con todo el valor de su experiencia, los altos mandos soviéticos decidieron utilizarlo como una medalla digna de ponerse en una cajita de cristal, en un marco colgado en la sala de estar para deleite de todos los que visitaran la Unión Soviética.

Para los ojos del comunismo, Gagarin dejó de ser un ser humano y se convirtió en un ícono de la propaganda comunista que debían proteger a toda costa. Decidieron que ahora debía participar en una oficina, como el equipo de diseño de naves.

Antes de esto, Gagarin fue asignado como piloto de reemplazo de Vladimir Komarov, quien muriera en pleno vuelo de la nave Soyuz. Temiendo el mismo destino, a Gagarin le prohibieron ejercer como reemplazo o siquiera participar en los vuelos de entrenamiento.

Sin embargo, todos los esfuerzos por mantener a su héroe intacto y a salvo se fueron por el caño cuando murió en un vuelo de rutina no espacial un 27 de marzo de 1968, un terrible accidente que no solo dejó a la Unión Soviética sin un héroe, también a todo el mundo.

Se supo tiempo después que Gagarin no estuvo muy a gusto con esa decisión de excluirlo de su verdadera pasión. Como todo cosmonauta, él era plenamente consciente de los peligros que implica subirse a una nave rebosante de combustible, donde solo hace falta el más mínimo error para encenderse y explotar.

Gagarin lo sabía y lo aceptaba, tal y como lo mencionó para el diario Pravda antes de morir, donde manifestaron lo difícil que es ser un pionero en el mundo de los viajes espaciales, pues se enfrentan a lo desconocido, a lo improbable y los inminentes peligros.

Muchos desean ser astronautas para mirar el espacio obviando el verdadero peligro que se corre durante un vuelo, pues de hecho, gran cantidad de astronautas han muerto antes de siquiera poder ver las estrellas y el inmenso universo.

Tan solo Estados Unidos ya ha perdido 15 astronautas en vuelos que ni siquiera superan los 100 kilómetros de altura, específicamente en los lanzamientos del Challenger, Columbia y lanzando al X15.

Sin siquiera ser lanzados al aire, 11 astronautas han perdido la vida en entrenamientos o pruebas de lanzamiento, entre colisiones, incendios y explosiones de sus vehículos espaciales.

Ahora, con la llegada del internet y las redes sociales, será más evidente la peligrosidad de abandonar el planeta incluso con toda la tecnología tan avanzada que se tiene en la actualidad, donde afortunadamente muchas vidas se han salvado gracias a los vuelos no tripulados que han terminado en impresionantes explosiones.

Nuevos sistemas de vuelo y aterrizaje se encuentran en desarrollo mientras son utilizados para misiones reales, lo que le pone un grado de riesgo en cada momento que se envía un ser humano a órbita, y ahora con los futuros intentos por llegar a Marte, será mucho más evidente.

Pese a todas las muertes de valientes astronautas que se avecinan, ellos mismos son conscientes de que la exploración espacial es tan necesaria como inevitable. Para ellos, solo queda dar lo mejor y continuar adelante.